
El Instituto Balseiro rompió una barrera histórica: la ingeniera nuclear Graciela Bertolino será la primera mujer en dirigirlo desde su creación en 1955. La decisión llega en un momento de recortes a la ciencia y de debates globales sobre igualdad de género en la investigación.
Una barrera que se sostuvo durante siete décadas
En 70 años, el Balseiro fue sinónimo de excelencia científica, pero también de exclusión en sus máximas autoridades. La designación de Graciela Bertolino rompe ese techo de cristal y convierte a 2025 en un año histórico para la institución fundada en Bariloche.
“El Balseiro es un símbolo del conocimiento argentino. Dirigirlo es un honor, pero también una enorme responsabilidad”, expresó Bertolino, formada en ingeniería nuclear y con años de trayectoria en investigación y gestión.
Ciencia en tiempos adversos
El Balseiro forma a físicos e ingenieros nucleares que luego se integran al Centro Atómico Bariloche y a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Es un semillero clave para la ciencia argentina y regional.
Pero Bertolino asume en un contexto complejo: con presupuestos científicos a la baja y un gobierno que cuestiona el valor estratégico de la investigación pública. El desafío será sostener la excelencia académica y, al mismo tiempo, defender el rol social de la ciencia.
Género y ciencia: la deuda pendiente
La designación de Bertolino no es solo un dato de color: es una señal sobre la desigualdad estructural en la ciencia. Según la ONU Mujeres, la participación femenina en física y tecnología sigue siendo minoritaria.
El caso del Balseiro se suma a un escenario más amplio en América Latina, donde el avance de mujeres en ciencia convive con políticas restrictivas. Así ocurrió recientemente en México, con recortes al Conacyt y alertas sobre retrocesos en equidad.
“Cuando una mujer llega a un lugar de poder en ciencia, no lo hace sola: abre un camino para que otras puedan ocuparlo”, señalaron voces del sistema científico consultadas por Tercer Tiempo.
Un hito que interpela
El hashtag #Balseiro se convierte en símbolo de lo que costó romper con décadas de desigualdad en una institución emblema. Y al mismo tiempo, interpela sobre lo que falta: políticas públicas que hagan de estos hitos algo más común y no una excepción celebrada cada medio siglo.