Sheinbaum: el primer Grito del silencio feminista

Por primera vez en 215 años, una mujer salió al balcón de Palacio Nacional para encabezar el Grito de Independencia. Claudia Sheinbaum convirtió la ceremonia en un acto de memoria feminista, con 22 arengas que reivindicaron a las heroínas históricas, a los pueblos indígenas y a las personas migrantes, con una voz que puso en primer plano igualdad, justicia y dignidad.
Resumen:
- El Zócalo reunió a más de 280.000 personas para un Grito histórico y austero.
- La escolta de bandera estuvo integrada solo por mujeres del Heroico Colegio Militar.
Un grito histórico (y político)
Alrededor de las 23:00 del 15 de septiembre, el Zócalo escuchó por primera vez el Grito desde la voz de una presidenta. Sheinbaum abrió con los vivas tradicionales y, acto seguido, trazó un giro simbólico: nombró por su nombre propio a Josefa Ortiz Téllez-Girón y reivindicó a Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra y Manuela Medina. También gritó por las heroínas anónimas, las mujeres indígenas y las y los migrantes.
“¡Viva México libre, independiente y soberano! (…) ¡Vivan nuestras hermanas y hermanos migrantes!”
En clave de mensaje institucional, la ceremonia se ancló en fuentes oficiales como la Presidencia de México y registró cobertura internacional (ver AP News).
Austeridad, símbolos y mujeres en escena
La escolta que entregó la bandera estuvo integrada exclusivamente por mujeres cadetes del Heroico Colegio Militar de la SEDENA, un gesto que sintoniza con la apuesta simbólica de la noche. Sin celebridades ni parafernalia, la sobriedad marcó la postal: un acto más cívico que espectacular.
Memoria feminista y 22 arengas
Entre los 22 vivas, además de los próceres varones (Hidalgo, Morelos, Allende, Guerrero), Sheinbaum intercaló y subrayó la presencia histórica de mujeres. Nombrar a Ortiz con su apellido de soltera fue una toma de posición sobre identidad y autonomía. En el remate, la presidenta enlazó valores republicanos: libertad, igualdad, democracia, justicia y dignidad.
El eco que interpela
La historia tomó otra voz… y nos deja preguntas incómodas: ¿por qué tuvieron que pasar más de dos siglos para que una mujer diera el Grito desde ese balcón? ¿Tuvo que ser ungida por un hombre para ocupar el poder? El “silencio feminista” de anoche no es ausencia: es el eco acumulado de quienes no pudieron gritar y hoy exigen una política que honre esa memoria, todos los días.
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