La justicia italiana puso bajo la lupa a trece marcas de lujo, entre ellas Gucci, Prada y Versace, por presuntas irregularidades laborales en talleres subcontratados. El caso vuelve a abrir la discusión sobre cuánto control real ejercen las compañías sobre su cadena de valor.
La fiscalía de Milán pidió auditorías, documentación y pruebas de supervisión a las grandes casas de moda. El foco ya no está solo en la marca, sino en los eslabones menos visibles que hacen posible el lujo global.
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Qué investiga la justicia italiana y por qué Gucci está en el centro de la escena? Un caso de Compliance en Italia?
La fiscalía de Milán abrió una investigación por presunta explotación laboral en talleres textiles donde se encontraron prendas, etiquetas y órdenes de producción ligadas a trece marcas de lujo. Entre ellas figuran Gucci, Prada, Versace, Yves Saint Laurent, Givenchy, Ferragamo, Coccinelle y hasta Adidas.
Las empresas no están imputadas, pero sí obligadas a entregar con rapidez documentación sobre su cadena de suministro: contratos con proveedores, auditorías internas y mecanismos de control. En Italia, la ley permite considerar responsables a las compañías por infracciones cometidas por proveedores autorizados.
“Las investigaciones revelan una grave falta de supervisión de las cadenas de suministro, con trabajadores mal pagos e incluso personas que duermen en los talleres para fabricar productos que luego se venden por miles de euros”, señalaron fuentes judiciales citadas por la agencia AFP.
Lujo en vidriera, precariedad en los márgenes
El caso vuelve a exponer una contradicción conocida: la industria del lujo se apoya en un discurso de excelencia, artesanía y detalle, mientras parte de la producción ocurre en talleres precarizados, muchas veces operados por terceros.
En los operativos recientes, las autoridades detectaron salarios muy por debajo de los mínimos, jornadas extensas y condiciones de vida indignas. Algunos empleados dormían en los mismos lugares donde cosían, planchaban y terminaban las prendas.
La pregunta que se abre es directa: ¿se trata de desvíos aislados o de un modelo de producción que traslada el costo humano a los eslabones más frágiles de la cadena?
Compliance frente a una cadena de valor fragmentada
Los grupos que controlan a Gucci, Prada o Versace llevan años invirtiendo en políticas de compliance, reportes de sostenibilidad y códigos de conducta. Sin embargo, la investigación muestra que estos instrumentos tienen límites cuando la producción se terceriza en varias capas.
Supervisar a un proveedor directo no garantiza necesariamente que el taller subcontratado por ese proveedor cumpla con la legislación laboral. Allí se abre el principal punto ciego de la cadena: la distancia entre el contrato formal y lo que ocurre efectivamente en la mesa de corte o frente a la máquina de coser.
La justicia italiana pidió a las marcas que acrediten en documentos cómo controlan su red de talleres y qué medidas adoptan cuando se detectan incumplimientos. El objetivo es determinar si hubo negligencia, falta de vigilancia o simple indiferencia frente a señales de alerta que se repiten desde hace años.
Reputación de la Marca “Made in Italy” a trabajar
El impacto reputacional no alcanza solo a Gucci o Prada. Afecta también al propio “Made in Italy”, una marca país que construyó su prestigio sobre la calidad y la idea de producción casi artesanal.
El ministro de Industria y del “Made in Italy”, Adolfo Urso, consideró que la reputación del sector estaba siendo atacada y criticó el tono de la cobertura. La Marcas nucleadas en Cofindustria Moda habló de “sensacionalismo” y de una investigación en etapa preliminar que podría dañar al conjunto de la industria.
En paralelo, se discute una certificación legal que permita demostrar el cumplimiento de las normas laborales a lo largo de la cadena de suministro antes de que surjan los casos judiciales. La propuesta busca blindar la reputación del sector, pero todavía enfrenta el desafío central: que la trazabilidad no quede solo en el papel.
Una industria potente, pero vulnerable a los riesgos sociales
Italia concentra más del 50% de la producción mundial de artículos de lujo. Ese liderazgo descansa en miles de pequeños fabricantes, subcontratistas y talleres familiares que alimentan a las grandes casas de moda.
Esa estructura atomizada es al mismo tiempo la base del modelo y su principal fragilidad. Cuando la presión por tiempos y costos se traslada hacia abajo, los márgenes se ajustan en el eslabón más débil: el trabajo.
Ya en mayo, varias marcas habían firmado acuerdos con autoridades y fiscalías para combatir la explotación laboral en la cadena textil. Los hallazgos recientes muestran que esos compromisos todavía no lograron transformar de manera homogénea la realidad en los talleres.
Gucci como síntoma de un problema más amplio
Que Gucci aparezca mencionada en la investigación es un dato particularmente simbólico. La marca se presenta como líder en sostenibilidad y responsabilidad social dentro del sector de lujo.
Su presencia en el caso no implica culpabilidad, pero sí evidencia que ningún sistema de compliance está blindado cuando la cadena de valor se apoya en eslabones difíciles de controlar. El interrogante no es solo qué sabían las marcas, sino qué mecanismos tienen para enterarse de lo que ocurre en los talleres que producen para ellas.
Lo que se juega para el futuro del lujo
Europa avanza hacia regulaciones más estrictas en debida diligencia empresarial. Esto obligará a las compañías a documentar y demostrar que sus cadenas de suministro respetan los derechos humanos y laborales.
El caso que hoy involucra a Gucci, Prada, Versace y otras firmas de lujo funciona como un aviso temprano. La responsabilidad ya no podrá limitarse a la firma de contratos o a auditorías esporádicas: tendrá que abarcar cada nivel de la producción.
En un mercado donde los consumidores exigen coherencia entre discurso y práctica, la ética dejó de ser un complemento de marca para convertirse en una condición de supervivencia.
Fuente: AFP.

